XIV encuentro de poetas Comfenalco 2013
Agradecemos a todas las personas que participaron en la convocatoria del
XIV Encuentro de Poetas Comfenalco 2013, por compartir su talento, esperamos
contar con ustedes en próximos eventos.
La selección de los
poemas estuvo a cargo de dos jurados, el escritor, poeta y ensayista, Fernando
de Jesús García Cuéncar y Mauricio Correa Vásquez corrector de estilo y gestor
cultural.
Para la selección de los poemas que conforman la memoria de 2013
tuvieron en cuenta los siguientes parámetros:
·
Originalidad temática y estilística.
·
Manejo acertado del lenguaje poético y recursos expresivos.
·
Unidad y desarrollo apropiado de contenido y forma.
Se buscó mantener un nivel aceptable de calidad a pesar de las
diferencias naturales de estilos, formación y experiencia de los participantes,
a fin de destacar en lo posible el compromiso, la conciencia y la disciplina
que el oficio de la escritura requiere.
Esperamos además la presencia de todos en el evento central
el 17 de Octubre a las 6.30 p.m.Durante la
ceremonia se entregarán las memorias del Encuentro.
Nos complace presentar a los 22 poetas que fueron seleccionados para
hacer parte de la publicación.
Poetas
seleccionados:
·
María Cristina Vanegas Álvarez.
·
Valentina Arteaga.
·
Carlos Alberto Flórez Álvarez.
·
John Henry Amariles Mejía.
·
Gilma Montoya Gómez.
·
Joss Rotua.
·
Gabriel ÁngelRendón Moreno.
·
Angela Patrícia David López.
·
Viviana Marcela Martinez Álvarez.
·
Carlos Mario González.
·
William Álvarez Montoya.
·
Miguel Ángel Uribe.
·
Juliana Rodríguez Cano.
·
Juliana Andrea Muñoz Restrepo.
·
Hélmer José Cañaveral Úsuga.
·
JonatanEcheverriLondoño.
·
AicardoRivera Montoya.
·
John Fredy Vélez Díaz.
·
Alejandro Suárez Ospina.
·
Érika Natalí Marín Gómez.
·
Mauricio Giraldo.
·
Julián Camilo Pérez Patiño.
LOS NUEVE
POEMAS QUE ME PUBLICARON SON LOS SIGUIENTES
PAISAJE
EN TIEMPOS DE GUERRA
Ambiente impregnado de un aire lúgubre.
Moscas revoloteando sobre renegridos charcos de
sangre.
Caras alargadas;
Rostros de desencanto, de impotencia, de
resignación, quizá.
Miradas calladas que se cruzan,
—En estos casos es mejor no decir nada—.
Los disparos asesinaron la tranquilidad de la noche.
Amanece, pero el sol no se atreve a asomar su cara.
Sobre un árbol muerto, como un rayo negro que rasga
el azul del cielo,
Se han posado varios
gallinazos en actitud de espera;
Distribuidos uniformemente sobre sus ramas son como
frutos de la muerte.
Es un cuadro hermoso a pesar de todo.
Pero estamos en guerra.
Medellín,
2002
DÍA TRAVIESO
El
día se despertó con deseos de hacer travesuras.
Trajo,
entonces, una lluvia insistente y
pertinaz que obligó a arroparse a
quienes
pudieron hacerlo.
Fue
implacable con quienes carecían de abrigo o debían desplazarse bajo
sus inclemencias.
No
le importó que hubiese ranchos de cartón y débiles viviendas a las orillas
de las quebradas.
Se
hizo la de la oreja mocha tras el insulto del transeúnte que fue bañado por
un
automóvil al pasar raudo por un charco.
No
tuvo piedad de los ancianos ni de los mendigos que inútilmente buscaron
refugio en las aceras y bajo los puentes.
Para
unos fue motivo de afanes y de penurias y para otros de alegría y
admiración.
“La lluvia no es la misma para todos.”
Un
débil rayo de sol sobre las laderas al caer la tarde, fue como una sonrisa
maliciosa.
LA LLAGA
Un
pequeño hombre de frágil semblante se sube en el bus.
Asumiendo
un aire solemne solicita la atención de los cansados pasajeros que
sólo desean llegar temprano a sus casas.
Mientras
va hilvanando su discurso lastimero se va descubriendo el torso para
enseñar la llaga que corrompe su cuerpo a
la altura del vientre.
Observen,
dice, necesito una moneda para curarme
esta llaga que pronto se
comerá mis intestinos.
Los
pasajeros, quienes sólo desean llegar temprano a sus casas porque están
cansados, con una mueca de disgusto sobre sus rostros, desvían su mirada
hacia otra parte.
(Siempre
hay mucho sinvergüenza, siempre dice lo mismo, tal vez se hizo la llaga
para no trabajar, con este van como
cuatro, si uno supiera si en realidad lo
necesita, eso es para tirar vicio...)
Mientras
tanto, el pequeño hombre, con su discurso lastimero cada vez más
vehemente, implora por Dios que se los ha
de pagar, una moneda.
Que
no lo hagan por mí, sino por un niñito pequeño que tengo en casa, que está
aguantando hambre y que tal vez heredará
mi llaga.
Que
no lo hagan por mí, sino por mi anciana madre que está en un hospital de
caridad y que necesita la droga que está
anotada en esta fórmula.
Que
tengo hambre, que el tratamiento es muy costoso, que nadie me da trabajo,
que
esto es muy duro...
En
fin, que hoy por ti y que mañana por mí
y que nadie está libre de nada en esta
vida y que hoy lo tenemos todo y que
mañana tal vez no tengamos nada.
Que
todos de alguna manera somos culpables de su llaga.
Mientras tanto, alguien que está a su lado, con aire de indiferencia y sin que se
borre la mueca de disgusto que se dibuja sobre su rostro, extrae de su bolsillo
una moneda, la observa, estira su mano y la deja caer sobre la mano anhelante
del hombre de la llaga.
Éste se pasea por los demás asientos para ver si alguien más se compadece en
nombre de Dios, y que tengan un buen viaje y que Midios los lleve con bien y
que les de salud que es la mayor riqueza que puede tener uno en la vida.
Mientras tanto, alguien que está a su lado, con aire de indiferencia y sin que se
borre la mueca de disgusto que se dibuja sobre su rostro, extrae de su bolsillo
una moneda, la observa, estira su mano y la deja caer sobre la mano anhelante
del hombre de la llaga.
Éste se pasea por los demás asientos para ver si alguien más se compadece en
nombre de Dios, y que tengan un buen viaje y que Midios los lleve con bien y
que les de salud que es la mayor riqueza que puede tener uno en la vida.
Y
desciende del vehículo,
Y
lentamente se pierde por entre la multitud en busca de otro bus, ostentando su
único patrimonio:
Una
moneda y una llaga,
Bendición
de Dios para él.
A
TRAVÉS DE UNA REJA
Elegantemente vestido con su sombrío traje
gris,
un hombre se queda mirando a través de la reja del
portón de un edificio.
Una pequeña
bolsa de plástico arrastrada por el viento le
robó la
mirada.
Sus ojos
distantes siguen como perdidos los sutiles vaivenes de
aquel juguete del viento,
Que se eleva
en círculos y desciende lentamente
Hasta
posarse de nuevo en el pavimento.
Detrás de
los anteojos, sus ojos han cobrado un brillo nuevo
y a través de
su espesa barba se adivina una mueca infantil.
Momentos antes había irrumpido en la acera con pasos
raudos y
semblante cansado.
JARDÍN BOTÁNICO
Quisiera estar en el jardín botánico.
Caminar despacio por los prados y senderos
Con las manos en los bolsillos.
Silbar una canción cualquiera
Bajo la sombra de los árboles.
Patear despreocupadamente
Cuanto guijarro se atraviese en mi camino.
Pasar cerca de los enamorados
Que se acarician tras los arbustos
Y evitar molestarlos.
Detenerme de vez en cuando
Para observar cualquier evento
Como el posarse de una abeja
Sobre el estambre de una flor.
Llegar hasta el centro del jardín
Donde se encuentra el lago
Y hacerle una reverencia
A una tortuga vieja
Que reposa tranquila
Sobre su trono de lotos.
EL
MUNDO SOBRE LAS ESPALDAS
Amanecer
lluvioso en la ciudad.
En una de
sus calles,
Una mujer
sentada en el borde de una acera en posición fetal;
Sus pies
descalzos, sus ojos llorosos, su rostro desesperado.
Con sus
manos abrazando las rodillas,
Parece
refugiarse, más que del frío, del mundo mismo.
Sin embargo
no tiene el semblante de una indigente.
Tampoco el
de una prostituta.
Más bien de
alguien a quien el mundo se le vino encima.
A TRAVÉS DE LA VENTANA
Los escasos
bosques arden bajo el verano inclemente.
Allá, sobre
las laderas, la ciudad avanza devorando el verde.
Ese nuevo
edificio me ha robado un pedazo de azul.
Los techos
de barro se beben a sorbos los rayos del sol;
Su brillo
obnubilante no ha logrado opacar las
tragedias de la víspera.
Bajo esos
tejados cómplices, qué nuevas pilatunas se estarán
maquinando.
Más acá,
grises y amarillentos muros, tuberías averiadas, telarañas...
Este
abrumador silencio otrora sagrado, en esta ciudad, espanta.
Una pequeña
flor aferrada al concreto es como una sonrisa de la tarde.
DESTIERRO
El viejo se pasa el día sentado en una banca de un parque de la ciudad.
Tan cotidiana es su presencia que parece ya, parte del
paisaje.
Su mirada se pierde en un horizonte inexistente,
Nada mira en realidad.
Su pupila es como un espejo frío frente al cual discurre
la vida indiferente.
Su mirada va hacia adentro, no hacia fuera.
El paisaje de su campo natal le fue borrado de su mirada.
Su único afán es esperar la muerte,
El destierro definitivo.
ORACIÓN
Ya he
recorrido ¡oh señor!
Mucha parte
del camino que me señalaste sin habértelo pedido.
Sin embargo,
mucho porvenir puede quedarme, según tu
voluntad.
No te pido
mucho ¡oh señor!, para soportar este trance en el que me has
puesto:
Dadme sólo,
señor, la carcajada sarcástica de la hiena.
Imprégname
la fuerza descomunal del gorila lomo plateado.
Ameniza mi
tedio con el dulce canto de la ballena
Yubarta.
Permíteme la
lucidez de william Blake, el
clarividente, quien no sólo
descubrió la verdadera dimensión del
tigre asiático, sino que también se
la enseñó a Borges que era ciego.
Dadme
también, señor, el rayo de oro del guepardo y la obstinada templanza
del Mahatma.
No me
niegues la presencia del picassiano ornitorrinco.
Permíteme
observar de nuevo los deslumbrantes paisajes del Pacífico
Chocoano.
Déjame
admirar la sorprendente ductilidad de la vida que se desliza por el
frío hielo y se extiende hasta el más
árido terreno, en el aire, en el agua,
congelada en la bellota, flotando como
espora o como huevo de pez del
desierto.
Concédeme ir
hasta el paraíso enredado en las notas de una sinfonía de
Mozart, a través del infierno de Dante, o
como mínimo, permíteme
ingresar con Don Quijote a su cueva de
Mortecinos, y vagar con él por los
insondables laberintos de la esencia
humana.
Dibújame
entre las nubes la fantasmagórica cumbre del Kilimanjaro.
Y regálame
otro atardecer en Jurubirá.
Quiero
volver a escuchar el órgano de la catedral cuya música es la preferida
de los ángeles.
La catedral
que no es más que la caja de resonancia
de su propio órgano.
Órgano y
catedral, una misma cosa.
Y no te pido
más ¡oh señor!, para no abusar de tu
infinita benevolencia.
Yo sé que la
demanda es excesiva para uno de tus siervos, pero no es
para mí lo requerido, es sólo para que exista y, por ende, para que
existamos.
Incluyéndote,
por supuesto.
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